El trágico final del "Titanic" Sudamericano tras visitar Chile

7 de Junio de 2017 | por: Enterreno Chile | 17515 visitas



El Monte Cervantes era un lujoso barco de pasajeros de origen alemán construido en 1927 en los astilleros Blohm und Voss junto a otros barcos similares que posteriormente serían bautizados con nombres de cumbre patagónicas; Monte Sarmiento, Monte Olivia, Monte Pascoal y Monte Rosa. 

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Su prontuario de accidentes comenzaba así:
En enero de 1928 hizo su primer viaje, pero sería el 25 de julio de ese año que durante un viaje a los mares nórdicos embistió un témpano que le causó una grieta en el casco. Ante la necesidad, tuvo que atracar de emergencia en Noruega para luego ser escoltado por el rompehielos ruso Krassin hasta la ciudad alemana de Hamburgo para ser reparado.

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El Monte Cervantes habitualmente hacía viajes entre Hamburgo y Buenos Aires, hasta que el Gobierno argentino decide contratarlo para asignarles viajes de turismo a mares patagónicos de Chile y Argentina. Se trataba de un barco de última generación, moderno, amplio, capacitado con la más alta tecnología de la época, y con todas las comodidades tanto para la tripulación, como también exigentes turistas de todo el mundo.  

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El barco contaba con una equipada cocina y alguno de los mejores chefs de la región.
 
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Grandes comedores a la altura de sus comensales, que pese a la latitud de navegación se sintieran como en casa.

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El Moderno barco zarpaba con tripulación completa y gran número de turistas el 15 de enero de 1930 desde Buenos Aires con destino a Ushuaia. Lo que no se sabía era que este sería su último viaje. 

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Pasajeras expectantes mirando el paisaje tras embarcar en el puerto de Buenos Aires. 

Su primera parada fue una breve visita a Puerto Madryn, luego se tomaría un largo trayecto a Punta Arenas en Chile. Una vez en nuestro país el Monte Cervantes tenía una siguiente parada en la ciudad de Ushuaia, donde arribó el 21 de enero.
  
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Hasta ahí todo en orden, se habían dado las condiciones climáticas adecuadas y las localidades del fin del mundo eran verdaderamente una novedad que tenían a todos felices. Pero el viaje no terminaba ahí; quedaba una última parada en Chile, la Bahía Yendegaia. El 22 de enero de 1930, el capitán Teodor Dreyer tomaba dirección al remoto paraje chileno. A 7 millas de llegar a destino, aún en territorio Argentino el casco del barco toca fondo con una roca y se desata el pánico.   

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Primeros momentos del impacto. Según relatos de protagonistas, había que actuar rápido, pero el miedo y el desorden hacían difícil la tarea.

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Una escena llena de detalles, se trata del descenso del primer bote de emergencia abarrotado de turistas nerviosos.

Una roca no cartografiada impactó el barco y lo hizo encallar en las cercanías del Faro Les Eclaireus. Esta condición significó que el hundimiento de la nave se postergaría por 30 horas, tiempo suficiente para que los pasajeros y tripulación llegaran en balsas de emergencia a las costas de Ushuaia. Luego, la marea y el inclemente oleaje del mar austral terminaron por llevarlo a pique.   

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 Retrato de alguno de los turistas que regresaron en los días siguientes con la idea de encontrar parte de sus pertenencias.

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El barco nunca quedó totalmente sumergido, para los navegantes era un desvío obligado.
 
Ushuaia en ese entonces era un pequeño poblado e hizo de guardería para los entumidos pasajeros. Vecinos y espacios públicos sirvieron de cobijo durante 6 días hasta que la noticia llegó a la capital Argentina, desde donde vino el Monte Sarmiento a trasladar los pasajeros y tripulación.

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Primeros náufragos montando un improvisado campamento en las costas de Ushuaia. El frío y el viento fueron los principales enemigos.

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¿Hubo heridos o muertos? Datos oficiales indican que los pasajeros y trabajadores solo recibieron un gran susto y muchos temblores producto del frío. Pero la historia es algo enigmática, la única víctima fatal sería el Capitán Dreyer, nunca lo encontraron.

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                              El cuestionado Capitán y su nave.

Claro, este dato le da una connotación diferente, ya que según testigos que estaban en puerto ese día, afirman que la culpa no la tuvo la cartografía sino que el mismo Dreyer, que con una mala maniobra arriesgó más de lo necesario al desconocer la profundidad de fondo lo que produjo el descrito desenlace. 

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Como si fuera poco, increíblemente este no fue el último accidente del Monte Cervantes. En 1954 se decide reflotar el navío, gran despliegue de embarcaciones acudieron desde la Antártica y localidades cercanas para trasladarlo a Ushuaia y así despejar la vía, desarmar los repuestos o restaurar ciertas partes. Significó largas horas de faena, muchos buzos y fuerza de remolcadores hasta que se comenzó a mover. La algarabía embargó al equipo de trabajo, pero duró poco. El Monte cervantes nuevamente toca fondo, corta amarras y el esfuerzo humano, presupuesto se sumergieron junto al maltrecho barco.

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                        En la foto el lugar del primer naufragio en las cercanías del Faro Les Eclaireus (al fondo).

Esta história causó gran conmoción en la época y tomó ribetes de leyenda; se cuenta que tiempo después del accidente se divisó al Capitán Dreyer desembarcando ileso en la Isla Navarino y cargando oro. Junto con esto, se menciona que muchos saqueadores acudían a los cuartos inundados del barco en busca de los casilleros donde los adinerados turistas guardaban sus joyas.

Lo cierto es que sin duda este "Titanic" que pasó por Sudamérica no se queda atrás y su historia seguirá sonando con los años.

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*Las fotos pertenecen a postales Kohlmann, compañía Hamburg Süd (fotos interiores), archivos de pasajeros y colección de Eduardo Paredes.






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