Monumento en Copiapó en 1932

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Enterreno Chile

subido: 15 de Noviembre de 2016

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La minería ha sido la principal fuente laboral de nuestra Región desde épocas muy tempranas en la Historia. Ya en el siglo XV, antes de que comenzara la invasión española, el Valle de Copiapó, tenía el centro metalurgista más importante del Cono Sur, hoy conocido como Viña del Cerro, en la actual Comuna de Tierra Amarilla. Sin pretensiones desmedidas, podemos afirmar que la minería y la metalurgia chilena, tienen su origen en Atacama. Los arqueólogos Niemeyer, Cervellino y Castillo, hallaron un aro y un brazalete de cobre en el sitio El Torín, de la Cordillera de Copiapó, identificado como aldea de la Cultura Molle, cuyo fechado radio carbónico arrojó una antigüedad de cien años Antes de Cristo, con lo que demostraron que los Mollenses ya conocían el uso del cobre para hacer utensilios, unos quince siglos antes de la llegada de los Incas a nuestra Región. Esto nos habla de la importancia de la extracción de metales y su posterior fundido y mezclado en este territorio. Históricamente, ya en los siglos coloniales, XVII y XVIII, nuestra Región mostraba gran potencial minero. El viajero francés ; Amadeo Frezier, el año 1713, relataba que si el Reino de Chile pretendiera explotar los yacimientos mineros de esta zona: “Dada la gran cantidad de minas de oro y plata de las montañas de Copiapó, habrían de ocupar no menos de 40.000 mil hombres”. Cifra que en para el tiempo presente, pueda parecer algo exagerado, es indicadora del potencial laboral que se visualizaba para este sector económico. Nos parece que la realidad actual de Atacama, le ha dado en cierta medida la razón a Freizer. También en los documentos de fundación de la ciudad de Copiapó, de diciembre de 1744, podemos encontrar información sobre el estado de la minería en el Valle, en el acta de fundación se relata la existencia de; no menos de 32 estacas mineras, la mayoría de ellas de oro. Es decir, la minería era la principal actividad económica en aquella lejana época, y lo sigue siendo en la actualidad, característica elemental para conocer y comprender nuestra Historia Regional. Pero fue en el siglo XIX, más precisamente a partir del 16 de mayo de 1832, cuando la minería de la plata, pasó a convertirse en el eje fundamental de la naciente República de Chile. En aquella fecha, Juan Godoy Normilla, hijo de una pastora indígena llamada Flora Normilla, descubrió casualmente un yacimiento de plata en un lugarejo al que denominaban Chañarcillo. La verdad sea dicha, Juan Godoy no era minero de oficio; pero como arriero que era, estaba acostumbrado a cargar y transportar en sus burros cajones con minerales, desde las minas a los “ingenios” y trapiches; por lo tanto, sabía distinguirlos por color y textura. Esto explica porqué al descubrir el yacimiento, lo mantuvo en secreto, se vino a Copiapó pretextando enfermedad repentina, y las muestras ocultas de mineral que trajo, las mostró solamente a don Miguel Gallo Vergara, empresario que le merecía confianza. Ya es sabido que el cerro de Chañarcillo enriqueció extraordinariamente a este y a varios otros empresarios; pero Juan Godoy, analfabeto, carente de las mínimas capacidades para desenvolverse socialmente, malgastó su parte en fiestas y “chinganas” y falleció pobre, nadie sabe ni cómo ni cuándo ni dónde. Mucho se ha hablado de él, pero, la verdad es que poco conocemos sobre este héroe de nuestra minería. Copiapó lo ha homenajeado erigiéndole una estatua ubicada en la Alameda Manuel Antonio Matta; De ella se ha dicho que no lo representa y que sería supuestamente un minero escocés, y no nuestro joven Godoy Normilla, así se ha ido forjando el mito y desnaturalizando nuestra historia. Pero, lo cierto es que desde fines el siglo XVIII, el minero del norte chileno, vestía con coscacho, culero, y una suerte de faldón, tal como se representa en la estatua de Juan Godoy. Los dibujos de Recaredo Santos Tornero, de Luis Laurent Simonin, y principalmente el Atlas de Historia Física y Política de Chile de Claudio Gay, y del pintor alemán Mauricio Rugendas, retratan y describen cómo vestían los mineros chilenos. Pero, también está el relato de Vicente Pérez Rosales, en su obra; “Recuerdos del pasado” (capitulo XII), allí Pérez Rosales, describe lo siguiente: “Los domingos, a la caída del sol, lucían en la recova sus pintorescos trajes los señores del combo y la cuña, trajes-jardines por sus variados colores, y hasta cierto punto graciosos y elegantes. El minero usa calzoncillos anchos y cortos, perfectamente encarrujados alrededor, que solo le llegan a las rodillas, sobre ellos un ancho culero que le cae a media pierna, y por sobre todo una larga camisa de listado que, cubriendo la mayor parte del culero, sólo deja sus faldones al descubierto. Una enorme faja de color ciñe su cuerpo desde la cadera al pecho: en ella, hacia adelante, va colgada la bolsa tabaquera, y por la espalda se divisa el mango de un puñal. Usa medias negras y sin pies, y por calzado ojotas. Un gorro negro o lacre, con una gran borla que le cae sobre el cogote o sobre la oreja, es el adorno de la cabeza; pero donde el minero echa todo el lujo es en la manta, que compra sin reparar en precio siendo buena, y que carga con suma desenvoltura y gracia”. Otro ilustre viajero que describió el traje de los mineros chilenos de la época, fue el sabio inglés Charles Darwin, en su libro “Viaje de Circunnavegación Alrededor del Mundo”, aunque su descripción no es tan buena como la de Pérez Rosales. Este es otro antecedentes más para ir dilucidando el cómo era la vestimenta de un minero del norte chileno. Además, nos parece importante mencionar, con relación a la discusión sobre el traje de Juan Godoy (en su estatua) que el “Kilt” o falda escocesa, es el traje nacional oficial de los escoceses, por lo tanto, sería absurdo que un escocés vistiera ese atuendo para trabajar en las minas; equivaldría a que un chileno se vistiese de “huaso” para ejercer ese mismo trabajo. Nos parece que así podemos ir poniendo punto final al mito y a la deformación de que Juan Godoy estaría ataviado como un minero escocés. Otro mito se refiere al rostro de la estatua; se ha dicho que no es el de Juan Godoy, que es un escocés. Una vez más debemos decir que aquella opinión es errónea. Ahora bien, efectivamente no es Juan Godoy, pero sí el modelo más parecido a él, que se pudo encontrar en Copiapó. El relato del escritor huasquino Román Espech, contemporáneo de aquella época, de alguna manera viene a entregarnos algo de luz al respecto. Como bien sabemos la estatua fue mandada a hacer, bajo la intendencia del Coronel José Francisco Gana, en 1850. Como para aquel entonces ya había muerto Juan Godoy Normilla, y se requería hacer una reproducción exacta de su rostro, preguntaron a quienes lo conocieron para saber, qué persona tenía un biotipo similar a Godoy Normilla. Román Espech, dice que fue así como hubo consenso en que el más parecido era un arriero argentino, avecindado en nuestra ciudad; de él se habría hecho un daguerrotipo que se envió a Birmingham, para que artistas y fundidores hicieran la escultura; por lo que no solamente el traje es el típico, sino que también el rostro de Juan Godoy Normilla, sería como el de este arriero argentino, parecido a él. No obstante, sobre la Estatua y su forja, tenemos la sospecha, basado en algunos antecedentes, de que esta figura bien, pudo haber sido fundida en Paris, y no en Inglaterra. El año 1939, en la revista VEA nº 28, del mes de octubre, se señala que la estatua, habría sido fundida en París, en la Fundición Donzel, calle Popincourt número 72, este dato se habría obtenido, cuando en un temblor, se habría desprendido la cabeza de la estatua y dentro de ella se habría encontrado la tarjeta de presentación del fundidor. La revista dice; “ Ahora la tarjeta del fundidor está en poder nuestro. Creemos que constituye el documentos más curioso de propaganda que jamás haya ocupado un ser humano”. De esta forma estamos dando un pequeño paso en esclarecer los mitos que rodean a esta estatua conmemorativa, y que tanto representa en el patrimonio y la identidad de la región de Atacama . Bibliografía: - Pérez Rosales, Vicente; Recuerdos del Pasado. Foto Robert Gerstmann.


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